jueves, 10 de abril de 2014

EL REALISMO





 
CARACTERÍSTICAS
Observación rigurosa y descripción fiel de la realidad. Hay un deseo de representar de forma objetiva la realidad. Así, el escritor se documenta sobre el terreno, tomando apuntes sobre los escenarios, las gentes, la indumentaria... ; o busca en libros los datos necesarios para conseguir la exactitud ambiental o psicológica.
Ubicación próxima de los hechos. Las obras realistas giran en torno a la sociedad contemporánea, única que puede ser objeto de una indagación directa, de ahí que la sociedad española pase a ser el tema por excelencia y su actuación y problemas concentren la atención de estos novelistas.
Propósito de crítica social. La novela realista, que arranca con la publicación en 1870 de La Fontana de oro de Galdós, se ocupa de la problemática burguesa, defiende su sistema de valores y contempla el mundo desde una óptica burguesa. Pero esto no implica un total acuerdo con las manifestaciones de sus ideales, muy al contrario, abundan las críticas más o menos aceradas, aunque hay que tener en cuenta que la crítica se hace desde el mismo grupo a la que va dirigida. En estas novelas podemos apreciar claramente la evolución de la clase burguesa española: frente a la aristocracia parasitaria e inoperante, se alza la figura del burgués, progresista que aspira a reformar las estructuras sociales. Dicho personaje contrasta a menudo con un sector de la clase media ineficaz y aparente constituido por burócratas y rentistas; sin embargo la burguesía empieza a desnaturalizarse y a ponerse del lado de la alta burguesía o de la antigua aristocracia. Las críticas se ceban en el “quiero y no puedo” de los pequeños burgueses de la Restauración.
El interés se centra en la vida urbana, representada por Madrid, que aparece positivamente connotada frente a la rural, sede del ocurantismo reaccionario y retratada como un campo estático en el que nunca ocurre nada a nivel de clase. Autores como Galdós la satirizan ferozmente.
Frente al interés que suscitan la alta y pequeña burguesía, el mundo de oficinistas, funcionarios y empleados, se prescinde de la clase obrera y sólo se hacen referencias superficiales o excesivamente simplistas.
Narrador omnisciente: maneja los hilos del relato y lo sabe todo de los personajes. Es un demiurgo que conoce a la perfección la vida y milagros de sus criaturas, es un cronista que conoce al dedillo todo lo que ha ocurrido, de este modo “sus afirmaciones tienen más peso y dan impresión de verdad; es un testigo sereno y su desapasionamiento contribuye a que los hechos novelescos parezcan verosímiles y aceptables”, ya que habla como si hubiera tratado personalmente a las figuras del relato, acumulando detalles en su descripción física y moral.
Descripciones minuciosas, que responden al afán de reproducir con toda fidelidad el entorno, los personajes y sucesos, y que alcanzan por igual a personas, objetos, ambientes y paisajes
Personajes. Los lectores conocen a los personajes fundamentalmente a través de las palabras del narrador y de sus descripciones, que condicionan por completo nuestra interpretación. Los protagonistas son tanto individuales como colectivos (como en La Regenta). Las novelas realistas se componen de un cierto número de personajes redondos, es decir, que tienen una psicología más o menos compleja que va evolucionando a tenor de las circunstancias, a imitación de los seres reales, y de una serie de personajes planos, caracterizados por un solo rasgo o muletilla, o por un número muy limitado de ellos.
Los tipos sociales que aparecen en estas novelas son de lo más variado: el clero, el funcionariado, la clase política, la alta burguesía y la aristocracia, la clase media y el pueblo llano... Además, a lo largo de la narrativa decimonónica se advierte una esencial antítesis entre dos tipos ideológicos: el conservador y reaccionario, que se aferra a la tradición y rechaza el progreso, y el positivista. La visión que se nos da de cada uno está en estrecha relación con la ideología del autor. Tal vez sean Pereda y Galdós los que se presten mejor a este análisis.
Lenguaje: aproximación al lenguaje coloquial. Es evidente que en las obras hay dos estadios distintos: la voz del narrador y la de los personajes. La primera se nos presenta en un estilo más cuidado y culto, a veces incluso retórica, pero participa muy a menudo del tono coloquial, con expresiones muy similares a las que se ponen en boca de sus criaturas. El habla de los personajes varía para ajustarse a los rasgos específicos de cada uno de ellos y se convierte en un elemento esencial de su caracterización. Así encontramos una amplia gama de idiolectos que van desde el tono más culto al más vulgar, pasando por lo que reflejan las peculiaridades lingüísticas de cada región.
Verosimilitud.
Estructura narrativa lineal. Los hechos siguen un orden cronológico.
Estilo sencillo y sobrio.
Todos estos rasgos alcanzan su máximo desarrollo en la novela naturalista.

El Naturalismo es una corriente literaria que se desarrolla en Francia y que tiene como principal impulsor a E. Zola que en su obra La novela experimental intenta aplicar a la literatura los principios expuestos por Claude Bernard, para aproximarla así a la ciencia. El novelista debe ser, en primer lugar, un observador capaz de asimilar los mil aspectos del mundo natural, tras esta fase, en la que se queda el realismo, ha de pasar a la experimentación: no se contenta, por tanto, con la cara externa de la realidad sino que profundiza en ella para formular las leyes que la rigen y adquirir un conocimiento científico de los fenómenos. Zola pretende experimentar en el alma humana como el fisiólogo sobre la materia, lo que conlleva una utilidad práctica: cuando se llegue a conocer el mecanismo que genera determinada pasión en el ser humano, “podremos intentar reducirla, o al menos que resulte inofensiva”.
El noveslista ha de ser objetivo e impersonal, el narrador impasible y neutro y la descripción detallada y exacta.
La novela se convierte así en una pura crónica cotidiana. Al autor no le interesan los seres excepcionales, sino las criaturas normales y corrientes. Partiendo del análisis de un individuo medio o de un grupo de ellos, se puede llegar a conocer la sociedad en la que se integran.
El determinismo va a ser clave en estas novelas: el hombre está determinado por la sociedad (determinismo ambiental) y por la herencia biológica, es un producto de la combinación de ambos factores.
El narrador naturalista no retrocede ante los aspectos más morbosos, sombríos y repugnantes de la sociedad, antes bien, profundiza en ellos e intenta ejemplificar que si ya que no se puede cambiar la herencia biológica, sí se puede aspirar a igualar las condiciones sociales en que viven los hombres.
La lengua literaria está consonancia con esa imagen degradada de la realidad y se vuelve más bronca y cruda.
En definitiva, realismo y naturalismo difieren en su percepción de la realidad. “Para el realismo se trata de una realidad matizada por el autor; para el naturalismo se trata de una realidad que se pretende objetiva, que debe mostrarse en toda su exactitud científica e impersonal, sin amañarla hacia un desenlace prefijado.” Pero la teoría no siempre pudo ser cumplida en la práctica en todos los casos, e incluso Zola en algunos momentos no pudo evitar esas interferencias personales.
A fines de siglo, el naturalismo entra en crisis y se buscan otras salidas estéticas como el Impresionismo, el Espiritualismo, el Simbolismo, el Modernismo...









  1. Novela realista y naturalista en España.

    1. Del Romanticismo a la novela realista.

El proceso de transición del Romanticismo a la novela realista está representado por autores como Juan Valera, Pedro Antonio de Alarcón, Jose María Pereda o Fernán Caballero. Algunos críticos han catalogado estas novelas como costumbristas.

Pedro Antonio de Alarcón

En 1874 publica la que se ha considerado su mejor obra, El sombrero de tres picos. Es una especie de sainete cómico que evoca el pasado salpicado de animados cuadros costumbristas. Deforma y estiliza la realidad hasta lo grotesco.

Jose María Pereda

Ideología conservadora. Parte del costumbrismo. Su obra El sabor de la tierruca es un ejemplo de novela regionalista ambientada en Santander. El lenguaje está plagado de localismos, dialectalismos y expresiones coloquiales. Una de las polémicas que ya se planteó entre sus contemporáneos es si Pereda estaba más vinculado al Naturalismo o al realismo. Algunas de sus técnicas narrativas, como las minuciosas descripciones de la gente de la Montaña, en las que no detiene ante los aspectos más sórdidos, permiten asociarlo a la escuela naturalista. Sin embargo muchos críticos apuntan que hay en su obra diferencias abismales con ésta, principalmente de orden religioso y moral: la concepción religiosa y moral que Pereda tiene de la vida, está en las antípodas de Zola.

Juan Valera

Andaluz que comienza tardíamente a escribir novelas (contaba con 50 años), su obra principal es Pepita Jiménez, publicada en 1874, aunque en su trayectoria también destaca un cuento fantástico llamado Morsamor.
El amor es siempre el tema fundamental de sus obras, para las que se inspira en sus propias relaciones amorosas.

En Pepita Jiménez traslada un caso de familia en el que un seminarista queda seducido por una mujer viuda, Pepita. Muchos han señalado que la importancia de la novela radica en el profundo análisis psicológico que el autor hace de la protagonista femenina. Valera busca en sus obras al hombre y a la mujer antagonistas de cuya unión puede surgir la armonía o la desgracia.
La obra se estructura en tres partes: la primera está narrada de forma epistolar: el autor desaparece y cede su voz a D. Luis, cuyas cartas enviadas a su tío el deán, sirven de presentación de los personajes y del pueblo, así como de las dudas y sentimientos del propio Luis. Pepita pronto se convierte en el tema central de su correspondencia porque en un principio es cortejada por el padre de Luis; en la segunda parte (Paralipómenos), el autor encamina todo hacia el triunfo del amor entre ambos. Los personajes secundarios conspiran a la felicidad de los amantes; en la tercera, (Epílogo), se dedica a narrar los hechos posteriores a la boda.
Resumen de las ideas de Valera sobre el arte y la novela:
Función del arte: crear belleza y distraer.
Desprecio por el arte que intenta moralizar abiertamente.
El territorio de la novela es lo pensable, lo imaginable, pero dentro de lo verosímil.

Fernán Caballero (pseudómino de Cecilia Böhl de Faber)
Su novela La gaviota, publicada en 1849, constituye el primer intento de realismo en España. Es la novela de Andalucía. La obra representa la transición en prosa del romanticismo al Realismo: no llega a conseguir un total realismo porque en ella predomina todavía lo pintoresco del costumbrismo. Va colocando cuadros de costumbres, tipos y escenas de la vida campesina, siempre desde una perspectiva idealizada, aunque reproduzcan la realidad con la exactitud propia del Realismo.

    1. Los grandes escritores realistas.

Leopoldo Alas “Clarín” (1852-1901).
Aunque nació en Zamora, se consideraba asturiano. Fue Catedrático de Derecho en Oviedo, donde vivió toda su vida, alternando cortas temporadas en Madrid. Fue un hombre que vivió de su pluma: sus incisivos artículos periodísticos son fiel reflejo de su personalidad. No tenía reparos a la hora de expresar sus ideas con la mayor crudeza.
Además de sus fantásticas facultades creativas, destaca en él su capacidad “para la especulación teórica. Clarín fue ante todo un filósofo y moralista” (Sobejano).
Ideología: fue, por encima de todo, un liberal. La revolución del 68 determinó su adhesión al libre examen y al espíritu crítico reformador, sin prejuicio de su amor a ciertas tradiciones. Su ideal político fue el republicano (adicto al posibilismo de Emilio Castelar hasta 1893).
Las crisis religiosas son uno de los aspectos fundamentales en la biografía interna del autor. Vivió en perpetuo conflicto entre la razón y la fe. Durante un largo período de su vida adoptó una actitud escéptica y racionalista debatiéndose, como algunos de sus personajes, entre el deseo de creer y la imposibilidad racional de lograrlo, aunque parece que en 1892 sufrió una aguda crisis moral que le llevó hacia una honda religiosidad. En todo caso, hay que señalar que esta actitud no le llevó a un catolicismo ortodoxo, ya que por encima de todo lo que más repudió fue la intransigencia y la intolerancia del dogma. De ahí su profundo anticlericalismo.
Tenía un gran conocimiento de la literatura europea del momento y se inclinó por la obra de Zola y Flaubert.
La obra de Clarín está compuesta por numerosos artículos, varios libros de cuentos, dos novelas y una obra de teatro.
Crítica literaria: fue un crítico poco indulgente y muy valorado en su época. No nos ofrece un corpus crítico sistemático, sino más bien las impresiones de un lector que van aflorando al compás de la actualidad. Su labor crítica está íntimamente relacionada con el ansia de reforma y educación que lo domina. Aspira a difundir literatura de calidad. No sólo le interesan los escritores españoles, sino que se abre a otras culturas, en especial la francesa. Da a conocer a los grandes autores extranjeros y analiza su obra.


Cuentos: destacaremos Pipá y ¡Adiós cordera!. En sus cuentos Clarín recrea las vidas de personajes humildes víctimas de la sociedad.

   —Novelas: destacaremos su novela Su único hijo, en la que se burla del romanticismo mediante la caricatura del hombre romántico. Centraremos nuestro estudio en su obra cumbre, La Regenta.

La Regenta

La obra está ambientada en la ciudad de Vetusta (Oviedo, aunque la vida que refleja podría corresponder a cualquier ciudad de provincias). En ella el autor pasa revista a toda la sociedad de su época a través de la historia central de Ana Ozores, una joven piadosa casada con un hombre mucho mayor que ella, que se debate entre su entrega a la caridad cristiana y su pasión por la vida. El perfil psicológico de la protagonista es extraordinariamente complejo y rico en matices: el autor se recrea en desnudar ante nosotros su intimidad.
La acción se desarrolla a lo largo de tres años.
La obra está dividida en dos partes. En la primera es una parte descriptiva en la que el autor nos presenta la ciudad y la vida de los personajes; se caracteriza por su estatismo: la acción avanza lentamente. La segunda parte desarrolla toda la acción de la historia en la que ya no es necesario hacer digresiones descriptivas porque el lector ya conoce minuciosamente a todos los personajes pintados en la primera parte. Cambia el ritmo y asistimos a los vaivenes del conflicto, muy cuidadosamente matizados.
Ana es la mujer más bella y más recta de toda la ciudad, representa la perfección que hay que destruir, a la que hay que hacer cometer un error. De ella tirarán dos fuerzas durante toda la obra: por un lado, la pasión, representado en Don Álvaro, un don juan de provincias que conseguirá que Ana caiga en el adulterio; por otro, la rectitud y disciplina moral que representa su confesor, Fermín de Pas. Los dos tienen interés en conseguir algo de Ana: para Don Álvaro conquistar a la Regenta supondría todo un éxito en su carrera como seductor debido a la dificultad de la empresa; para el Magistral, tener entre sus hijas de confesión a Ana supone un triunfo en su carrera de ascenso dentro de la Iglesia (el Magistral es un hombre poseído por la ambición.) Sin embargo, esas ansias de conocer y dominar el alma de la protagonista tienen una raíz carnal que él intenta ocultarse a sí mismo, pero que no puede sofocar, lo que le llevará a comportarse en ocasiones como un amante celoso.
La novela termina con la caida de Ana, sola, ya que la ciudad sigue igual: no ha pasado nada y a nadie le importa lo que han hecho de ella.
La fuente principal para el personaje de Ana Ozores fue Enma, tomada de la Madame Bovary de Flaubert.
En la obra es un narrador omnisciente el que nos cuenta los hechos. Hay en la novela un gran desarrollo del estilo indirecto libre.
La obra contiene una fuerte crítica social. En Vetusta reinan la mezquindad, la hipocresía, la ociosidad, la necia rutina y la reacción. La Regenta nos muestra una sociedad en la que la que la Revolución burguesa no se ha consolidado, no ha destruido el antiguo régimen, sino que, pactado con él, se dispone a vivir una colosal mentira: disimular bajo una costra moderna, los modos de vivir tradicionales. La novela centra su atención en el clero, que no destaca precisamente por su especial dedicación a la vida espiritual.


Benito Pérez Galdós (1843-1920)
Canario de nacimiento, su familia le envía en 1862 a Madrid para que estudie derecho. Sin embargo, le atrae más la vida del Ateneo, las tertulias y la vida “bohemia” que los estudios de leyes. Nunca terminó la carrera. Se dedicó al periodismo, lo que le proporcionó el dinero indispensable para vivir y para dedicarse por entero a la creación de sus obras literarias. Muchas de sus novelas fueron publicadas por entregas.
Viajó mucho por España, lo que le puso en contacto con la vida y los problemas de las gentes. La España que tiene ante sus ojos no le gusta, así que decida buscar la raíz de estos males que aquejaban el país.
Fue un escritor muy prolífico: escribió 32 novelas, 42 Episodios Nacionales, 24 obras dramáticas, prólogos, artículos y cuentos. Logró captar como nadie los cambios de la vida colectiva y personal, centrándose en la vida de Madrid. Defensor de la clase media como clase del progreso y del cambio, se fue desengañando poco a poco de ella. De un “radicalismo” burgués inicial que podría representar Doña Perfecta, pasa a ser el escritor que desde la burguesía piensa y trabaja contra ella. La peor parte de la sátira galdosiana se la lleva “el quiero y no puedo” de las clases medias, que están dominados por la pasión por el lujo y por el afán de aparentar y figurar.
Ideológicamente, se adscribió primero al liberalismo progresista; más tarde adoptó posiciones más avanzadas y se proclamó republicano y vecino a los socialistas. Su postura ideológica le valió el rechazo de los sectores ultracatólicos y reaccionarios.
Fue propuesto para el Premio Nobel pero murió, ciego y arruinado, entre el clamor del pueblo que dio vida a sus novelas.
Para entender mejor su obra, he aquí su propia concepción de la novela:
Imagen de la vida es la novela, y el arte de componerla estriba en reproducir los caracteres humanos, las pasiones, las debilidades, lo grande y lo pequeño, las almas y las fisonomías, todo lo espiritual y lo físico que nos constituye y nos rodea, y el lenguaje que es la marca de la raza, y las viviendas, que son el signo de la familia, y la vestidura, que diseña los últimos trazos externos de la personalidad: todo esto sin olvidar que debe existir perfecto fiel de balanza entre la exactitud y la belleza de la reproducción.
Es decir, el novelista debe intentar reconstruir toda una sociedad tanto en los rasgos individuales de los seres que lo forman, elevados a la categoría de tipos característicos, como en su comportamiento colectivo. El punto de partida hay que buscarlo en lo “natural”, en el vulgo, materia prima y última de toda labor artística.
Galdós rechaza el escapismo romántico, las historias inverosímiles y los héroes de cartón piedra, para volver los ojos al gran observatorio que es Madrid.
Se concentra fundamentalmente en la burguesía madrileña. No se dedica a plasmar los conflictos que trae consigo la incipiente industrialización, sólo hay algunas alusiones esporádicas, lo mismo que ocurre con los graves problemas del campesinado. Pero incluye el retrato de numerosos tipos y ambientes del bajo pueblo que a menudo se relacionan con la clase media, e incluso dedica alguna vez su atención al inframundo de la miseria, como puede verse en Misericordia y en fragmentos de otras novelas como La desheredada, Fortunata y Jacinta, Nazarín... la aristocracia decadente también tiene su puesto en la narrativa galdosiana.

Trayectoria novelística

  1. Los Episodios nacionales.
Conjunto de 46 relatos que reconstruyen la historia de España del siglo XIX desde la batalla de Trafalgar (1805) hasta la Restauración borbónica (1875), que se agrupan en cinco series. Galdós con esta obra crea una nueva forma de novela histórica en la que la realidad y la ficción, pero de forma que se ofrece una imagen verosímil de España fruto de un riguroso trabajo de documentación.

  1. Novelas de la primera época.
Con La Fontana de Oro se inicia la narrativa galdosiana con texto de tema histórico no contemporáneo: pretende ofrecernos una crónica política del trienio liberal (1820-1823). Se advierte el empeño de Galdós en ofrecernos una lección útil para el presente de España. Otras novelas de esta época son El audaz, La sombra.

  1. Las novelas de la intolerancia religiosa.
Doña Perfecta, Gloria y La familia de León Roch son, en una forma u otra, denuncia del clericalismo y pintura de los males que la intolerancia acarrea a la sociedad y al individuo. El falso celo religioso se presenta como obstáculo para la felicidad y el amor, como fuerza que destruye los sentimientos más puros.
De esta época es también Marianela, que cuenta la trágica historia de amor entre una joven y un muchacho ciego. (la pongo aparte porque no se incluye dentro de las tres novelas unificadas por el tema de la intolerancia religiosa)
  1. Novelas contemporáneas.
Con la publicación en 1881 de La desheredada, da cabida al Naturalismo europeo del momento: se recrea en la plasmación de un mundo sórdido que acaba envolviendo a Isidora hasta arrojarla a la más absoluta degradación; el determinismo ambiental pesa de forma considerable a lo largo de todo el relato. Esta tendencia continuará en Tormento, Miau y Tristana. Madrid aparece casi siempre como personaje colectivo y los personajes son producto de la mediocridad que los rodea. La cumbre de este periodo lo alcanza con Fortunata y Jacinta (1886), que es la novela del Madrid total y que cuenta con más de 1500 personajes.
  1. Novelas de la última etapa: etapa espiritualista.
En este grupo se encuentran novelas como Nazarín o Misericordia. En ellas predomina el espiritualismo y la pobreza como modo de vida. Se aprecia la influencia de los grandes escritores rusos como Tolstoi o Dostoievski.


Uno de los mayores logros de Galdós es que recrea en sus novelas el lenguaje popular, la lengua coloquial y distingue el habla de los personajes según su clase social. Supo encontrar exactamente el tono que convenía a su universo novelesco. Huye de la retórica y se inspira en “la fuente directa del habla común”, tomando siempre lo más gráfico y expresivo del lenguaje conversacional. Su naturalidad es el resultado de una constante y apasionada observación del entorno: términos y giros castizos, magníficas transcripciones de la lengua arrabalera...
A media que avanza su vida, aumenta el diálogo en sus novelas. Utiliza mucho el monólogo interior mediante la técnica del estilo indirecto libre.
En cuanto a los personajes, es el autor de esta generación que ha dibujado con mayor amplitud e intensidad los diversos tipos de la fauna social que componen el universo de la novela realista. Nadie nos ofrece tal gama de individuos y con matizada psicología. Su obra narrativa es una auténtica “comedia humana” enmarcada en la sociedad de la restauración.
Al final de su vida se dedicó sobre todo a escribir obras de teatro en las que refleja cuatro temas fundamentales: la libertad, la voluntad, la verdad y la caridad. Destacan, entre sus últimas obras, la novela dialogada El abuelo y en su producción teatral Casandra y Electra.

3.3. La novela naturalista.

Emilia Pardo Bazán (1851-1921)
Es la mejor representante del naturalismo al modo hispánico. Gran viajera, cultivó la crítica literaria, la narrativa, el cuento y el ensayo. Obra: La tribuna es la historia de la pobreza gallega, pero su obra más conocida y valorada ha sudo Los pazos de Ulloa, donde ensaya el naturalismo pleno. Es la máxima interpretación del mundo rural gallego. El determinismo impide que los personajes encuentren soluciones a sus problemas.
Gran defensora de la mujer, abogó por el amor libre. Su obra es testimonio de su liberalismo progresista.

Blasco ibáñez (1867-1928)
Es el último novelista del naturalismo en España. Destaca su obra Cañas y barro y Entre naranjos, en las que recrea la región valenciana mediante la mezcla de costumbrismo y naturalismo.

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