CARACTERÍSTICAS
—Observación
rigurosa y descripción fiel de la realidad.
Hay un deseo de representar de forma objetiva
la
realidad. Así, el escritor se documenta sobre el terreno, tomando
apuntes sobre los escenarios, las gentes, la indumentaria... ; o
busca en libros los datos necesarios para conseguir la exactitud
ambiental o psicológica.
—Ubicación
próxima de los hechos.
Las obras realistas giran en torno a la sociedad contemporánea,
única que puede ser objeto de una indagación directa, de ahí que
la sociedad española pase a ser el tema por excelencia y su
actuación y problemas concentren la atención de estos novelistas.
—Propósito
de crítica social.
La novela realista, que arranca con la publicación en 1870 de La
Fontana de oro de
Galdós, se ocupa de la problemática burguesa, defiende su sistema
de valores y contempla el mundo desde una óptica burguesa. Pero esto
no implica un total acuerdo con las manifestaciones de sus ideales,
muy al contrario, abundan las críticas
más
o menos aceradas, aunque hay que tener en cuenta que la crítica se
hace desde el mismo grupo a la que va dirigida. En estas novelas
podemos apreciar claramente la evolución de la clase burguesa
española: frente a la aristocracia parasitaria e inoperante, se alza
la figura del burgués, progresista que aspira a reformar las
estructuras sociales. Dicho personaje contrasta a menudo con un
sector de la clase media ineficaz y aparente constituido por
burócratas y rentistas; sin embargo la burguesía empieza a
desnaturalizarse y a ponerse del lado de la alta burguesía o de la
antigua aristocracia. Las críticas se ceban en el “quiero y no
puedo” de los pequeños burgueses de la Restauración.
El
interés se centra en la vida
urbana, representada
por Madrid, que aparece positivamente connotada frente a la rural,
sede del ocurantismo reaccionario y retratada como un campo estático
en el que nunca ocurre nada a nivel de clase. Autores como Galdós la
satirizan ferozmente.
Frente al interés
que suscitan la alta y pequeña burguesía, el mundo de oficinistas,
funcionarios y empleados, se prescinde de la clase obrera y sólo se
hacen referencias superficiales o excesivamente simplistas.
—Narrador
omnisciente:
maneja los hilos del relato y lo sabe todo de los personajes. Es un
demiurgo que conoce a la perfección la vida y milagros de sus
criaturas, es un cronista que conoce al dedillo todo lo que ha
ocurrido, de este modo “sus afirmaciones tienen más peso y dan
impresión de verdad; es un testigo sereno y su desapasionamiento
contribuye a que los hechos novelescos parezcan verosímiles y
aceptables”, ya que habla como si hubiera tratado personalmente a
las figuras del relato, acumulando detalles en su descripción física
y moral.
—Descripciones
minuciosas,
que responden al afán de reproducir con toda fidelidad el entorno,
los personajes y sucesos, y que alcanzan por igual a personas,
objetos, ambientes y paisajes
—Personajes.
Los lectores conocen a los personajes fundamentalmente a través de
las palabras del narrador y de sus descripciones, que condicionan por
completo nuestra interpretación. Los protagonistas son tanto
individuales como colectivos (como en La
Regenta).
Las novelas realistas se componen de un cierto número de personajes
redondos, es decir, que tienen una psicología más o menos compleja
que va evolucionando a tenor de las circunstancias, a imitación de
los seres reales, y de una serie de personajes planos, caracterizados
por un solo rasgo o muletilla, o por un número muy limitado de
ellos.
Los tipos sociales
que aparecen en estas novelas son de lo más variado: el clero, el
funcionariado, la clase política, la alta burguesía y la
aristocracia, la clase media y el pueblo llano... Además, a lo largo
de la narrativa decimonónica se advierte una esencial antítesis
entre dos tipos ideológicos: el conservador y reaccionario, que se
aferra a la tradición y rechaza el progreso, y el positivista. La
visión que se nos da de cada uno está en estrecha relación con la
ideología del autor. Tal vez sean Pereda y Galdós los que se
presten mejor a este análisis.
—Lenguaje:
aproximación al lenguaje coloquial. Es
evidente que en las obras hay dos estadios distintos: la voz del
narrador y la de los personajes. La primera se nos presenta en un
estilo más cuidado y culto, a veces incluso retórica, pero
participa muy a menudo del tono coloquial, con expresiones muy
similares a las que se ponen en boca de sus criaturas. El habla de
los personajes varía para ajustarse a los rasgos específicos de
cada uno de ellos y se convierte en un elemento esencial de su
caracterización. Así encontramos una amplia gama de idiolectos que
van desde el tono más culto al más vulgar, pasando por lo que
reflejan las peculiaridades lingüísticas de cada región.
—Verosimilitud.
—Estructura
narrativa lineal. Los hechos siguen un orden cronológico.
—Estilo
sencillo y sobrio.
Todos estos rasgos
alcanzan su máximo desarrollo en la novela naturalista.
El
Naturalismo
es una corriente
literaria que se desarrolla en Francia y que tiene como principal
impulsor a E.
Zola que
en su obra La
novela experimental intenta
aplicar a la literatura los principios expuestos por Claude Bernard,
para aproximarla así a la ciencia. El novelista debe ser, en primer
lugar, un observador capaz de asimilar los mil aspectos del mundo
natural, tras esta fase, en la que se queda el realismo, ha de pasar
a la experimentación: no se contenta, por tanto, con la cara externa
de la realidad sino que profundiza en ella para formular las leyes
que la rigen y adquirir un conocimiento científico de los fenómenos.
Zola pretende experimentar en el alma humana como el fisiólogo sobre
la materia, lo que conlleva una utilidad práctica: cuando se llegue
a conocer el mecanismo que genera determinada pasión en el ser
humano, “podremos intentar reducirla, o al menos que resulte
inofensiva”.
El
noveslista ha de ser objetivo
e impersonal,
el narrador impasible y neutro y la descripción detallada y exacta.
La
novela se convierte así en una pura crónica
cotidiana.
Al autor no le interesan los seres excepcionales, sino las criaturas
normales y corrientes.
Partiendo del análisis de un individuo medio o de un grupo de ellos,
se puede llegar a conocer la sociedad en la que se integran.
El
determinismo va
a ser clave en estas novelas: el hombre está determinado por la
sociedad (determinismo ambiental) y por la herencia biológica, es un
producto de la combinación de ambos factores.
El
narrador naturalista no retrocede ante los aspectos más morbosos,
sombríos
y repugnantes
de la sociedad, antes
bien, profundiza en ellos e intenta ejemplificar que si ya que no se
puede cambiar la herencia biológica, sí se puede aspirar a igualar
las condiciones sociales en que viven los hombres.
La
lengua literaria está
consonancia con esa imagen degradada de la realidad y se vuelve más
bronca
y cruda.
En definitiva,
realismo y naturalismo difieren en su percepción de la realidad.
“Para el realismo se trata de una realidad matizada por el autor;
para el naturalismo se trata de una realidad que se pretende
objetiva, que debe mostrarse en toda su exactitud científica e
impersonal, sin amañarla hacia un desenlace prefijado.” Pero la
teoría no siempre pudo ser cumplida en la práctica en todos los
casos, e incluso Zola en algunos momentos no pudo evitar esas
interferencias personales.
A fines de siglo,
el naturalismo entra en crisis y se buscan otras salidas estéticas
como el Impresionismo, el Espiritualismo, el Simbolismo, el
Modernismo...
- Novela realista y naturalista en España.
- Del Romanticismo a la novela realista.
El proceso de
transición del Romanticismo a la novela realista está representado
por autores como Juan Valera, Pedro Antonio de Alarcón, Jose María
Pereda o Fernán Caballero. Algunos críticos han catalogado estas
novelas como costumbristas.
Pedro Antonio de Alarcón
En
1874 publica la que se ha considerado su mejor obra, El
sombrero de tres picos. Es
una especie de sainete cómico que evoca el pasado salpicado de
animados cuadros costumbristas. Deforma y estiliza la realidad hasta
lo grotesco.
Jose María Pereda
Ideología
conservadora. Parte del costumbrismo. Su obra El
sabor de la tierruca es
un ejemplo de novela regionalista ambientada en Santander. El
lenguaje está plagado de localismos, dialectalismos y expresiones
coloquiales. Una de las polémicas que ya se planteó entre sus
contemporáneos es si Pereda estaba más vinculado al Naturalismo o
al realismo. Algunas de sus técnicas narrativas, como las minuciosas
descripciones de la gente de la Montaña, en las que no detiene ante
los aspectos más sórdidos, permiten asociarlo a la escuela
naturalista. Sin embargo muchos críticos apuntan que hay en su obra
diferencias abismales con ésta, principalmente de orden religioso y
moral: la concepción religiosa y moral que Pereda tiene de la vida,
está en las antípodas de Zola.
Juan Valera
Andaluz
que comienza tardíamente a escribir novelas (contaba con 50 años),
su obra principal es Pepita
Jiménez, publicada
en 1874, aunque en su trayectoria también destaca un cuento
fantástico llamado Morsamor.
El amor es siempre
el tema fundamental de sus obras, para las que se inspira en sus
propias relaciones amorosas.
En
Pepita
Jiménez traslada
un caso de familia en el que un seminarista queda seducido por una
mujer viuda, Pepita. Muchos han señalado que la importancia de la
novela radica en el profundo análisis psicológico que el autor hace
de la protagonista femenina. Valera busca en sus obras al hombre y a
la mujer antagonistas de cuya unión puede surgir la armonía o la
desgracia.
La obra se
estructura en tres partes: la primera está narrada de forma
epistolar: el autor desaparece y cede su voz a D. Luis, cuyas cartas
enviadas a su tío el deán, sirven de presentación de los
personajes y del pueblo, así como de las dudas y sentimientos del
propio Luis. Pepita pronto se convierte en el tema central de su
correspondencia porque en un principio es cortejada por el padre de
Luis; en la segunda parte (Paralipómenos), el autor encamina todo
hacia el triunfo del amor entre ambos. Los personajes secundarios
conspiran a la felicidad de los amantes; en la tercera, (Epílogo),
se dedica a narrar los hechos posteriores a la boda.
Resumen de las
ideas de Valera sobre el arte y la novela:
—Función
del arte: crear belleza y distraer.
—Desprecio
por el arte que intenta moralizar abiertamente.
—El
territorio de la novela es lo pensable, lo imaginable, pero dentro de
lo verosímil.
Fernán
Caballero (pseudómino de Cecilia Böhl de Faber)
Su
novela La
gaviota,
publicada en 1849, constituye el primer intento de realismo en
España. Es la novela de Andalucía. La obra representa la transición
en prosa del romanticismo al Realismo: no llega a conseguir un total
realismo porque en ella predomina todavía lo pintoresco del
costumbrismo. Va colocando cuadros de costumbres, tipos y escenas de
la vida campesina, siempre desde una perspectiva idealizada, aunque
reproduzcan la realidad con la exactitud propia del Realismo.
- Los grandes escritores realistas.
Leopoldo
Alas “Clarín” (1852-1901).
Aunque nació en
Zamora, se consideraba asturiano. Fue Catedrático de Derecho en
Oviedo, donde vivió toda su vida, alternando cortas temporadas en
Madrid. Fue un hombre que vivió de su pluma: sus incisivos artículos
periodísticos son fiel reflejo de su personalidad. No tenía reparos
a la hora de expresar sus ideas con la mayor crudeza.
Además de sus
fantásticas facultades creativas, destaca en él su capacidad “para
la especulación teórica. Clarín fue ante todo un filósofo y
moralista” (Sobejano).
Ideología: fue,
por encima de todo, un liberal. La revolución del 68 determinó su
adhesión al libre examen y al espíritu crítico reformador, sin
prejuicio de su amor a ciertas tradiciones. Su ideal político fue el
republicano (adicto al posibilismo de Emilio Castelar hasta 1893).
Las crisis
religiosas son uno de los aspectos fundamentales en la biografía
interna del autor. Vivió en perpetuo conflicto entre la razón y la
fe. Durante un largo período de su vida adoptó una actitud
escéptica y racionalista debatiéndose, como algunos de sus
personajes, entre el deseo de creer y la imposibilidad racional de
lograrlo, aunque parece que en 1892 sufrió una aguda crisis moral
que le llevó hacia una honda religiosidad. En todo caso, hay que
señalar que esta actitud no le llevó a un catolicismo ortodoxo, ya
que por encima de todo lo que más repudió fue la intransigencia y
la intolerancia del dogma. De ahí su profundo anticlericalismo.
Tenía un gran
conocimiento de la literatura europea del momento y se inclinó por
la obra de Zola y Flaubert.
La
obra de Clarín está compuesta por numerosos artículos, varios
libros de cuentos, dos novelas y una obra de teatro.
—Crítica
literaria: fue
un crítico poco indulgente y muy valorado en su época. No nos
ofrece un corpus crítico sistemático, sino más bien las
impresiones de un lector que van aflorando al compás de la
actualidad. Su labor crítica está íntimamente relacionada con el
ansia de reforma y educación que lo domina. Aspira a difundir
literatura de calidad. No sólo le interesan los escritores
españoles, sino que se abre a otras culturas, en especial la
francesa. Da a conocer a los grandes autores extranjeros y analiza su
obra.
—Cuentos:
destacaremos
Pipá
y
¡Adiós
cordera!. En
sus cuentos Clarín recrea las vidas de personajes humildes víctimas
de la sociedad.
—Novelas:
destacaremos
su novela Su
único hijo, en
la que se burla del romanticismo mediante la caricatura del hombre
romántico. Centraremos nuestro estudio en su obra cumbre, La
Regenta.
La Regenta
La obra está
ambientada en la ciudad de Vetusta (Oviedo, aunque la vida que
refleja podría corresponder a cualquier ciudad de provincias). En
ella el autor pasa revista a toda la sociedad de su época a través
de la historia central de Ana Ozores, una joven piadosa casada con un
hombre mucho mayor que ella, que se debate entre su entrega a la
caridad cristiana y su pasión por la vida. El perfil psicológico de
la protagonista es extraordinariamente complejo y rico en matices: el
autor se recrea en desnudar ante nosotros su intimidad.
La acción se
desarrolla a lo largo de tres años.
La
obra está dividida en dos partes. En la primera es una parte
descriptiva en la que el autor nos presenta la ciudad y la vida de
los personajes; se caracteriza por su estatismo: la acción avanza
lentamente. La segunda parte desarrolla toda la acción de la
historia en la que ya no es necesario hacer digresiones descriptivas
porque el lector ya conoce minuciosamente a todos los personajes
pintados en la primera parte. Cambia el ritmo y asistimos a los
vaivenes del conflicto, muy cuidadosamente matizados.
Ana es la mujer
más bella y más recta de toda la ciudad, representa la perfección
que hay que destruir, a la que hay que hacer cometer un error. De
ella tirarán dos fuerzas durante toda la obra: por un lado, la
pasión, representado en Don Álvaro, un don juan de provincias que
conseguirá que Ana caiga en el adulterio; por otro, la rectitud y
disciplina moral que representa su confesor, Fermín de Pas. Los dos
tienen interés en conseguir algo de Ana: para Don Álvaro conquistar
a la Regenta supondría todo un éxito en su carrera como seductor
debido a la dificultad de la empresa; para el Magistral, tener entre
sus hijas de confesión a Ana supone un triunfo en su carrera de
ascenso dentro de la Iglesia (el Magistral es un hombre poseído por
la ambición.) Sin embargo, esas ansias de conocer y dominar el alma
de la protagonista tienen una raíz carnal que él intenta ocultarse
a sí mismo, pero que no puede sofocar, lo que le llevará a
comportarse en ocasiones como un amante celoso.
La novela termina
con la caida de Ana, sola, ya que la ciudad sigue igual: no ha pasado
nada y a nadie le importa lo que han hecho de ella.
La
fuente principal para el personaje de Ana Ozores fue Enma, tomada de
la Madame
Bovary de
Flaubert.
En la obra es un
narrador omnisciente el que nos cuenta los hechos. Hay en la novela
un gran desarrollo del estilo indirecto libre.
La
obra contiene una fuerte crítica social. En Vetusta reinan la
mezquindad, la hipocresía, la ociosidad, la necia rutina y la
reacción. La
Regenta nos
muestra una sociedad en la que la que la Revolución burguesa no se
ha consolidado, no ha destruido el antiguo régimen, sino que,
pactado con él, se dispone a vivir una colosal mentira: disimular
bajo una costra moderna, los modos de vivir tradicionales. La novela
centra su atención en el clero, que no destaca precisamente por su
especial dedicación a la vida espiritual.
Benito Pérez
Galdós (1843-1920)
Canario de
nacimiento, su familia le envía en 1862 a Madrid para que estudie
derecho. Sin embargo, le atrae más la vida del Ateneo, las tertulias
y la vida “bohemia” que los estudios de leyes. Nunca terminó la
carrera. Se dedicó al periodismo, lo que le proporcionó el dinero
indispensable para vivir y para dedicarse por entero a la creación
de sus obras literarias. Muchas de sus novelas fueron publicadas por
entregas.
Viajó mucho por
España, lo que le puso en contacto con la vida y los problemas de
las gentes. La España que tiene ante sus ojos no le gusta, así que
decida buscar la raíz de estos males que aquejaban el país.
Fue un escritor
muy prolífico: escribió 32 novelas, 42 Episodios Nacionales, 24
obras dramáticas, prólogos, artículos y cuentos. Logró captar
como nadie los cambios de la vida colectiva y personal, centrándose
en la vida de Madrid. Defensor de la clase media como clase del
progreso y del cambio, se fue desengañando poco a poco de ella. De
un “radicalismo” burgués inicial que podría representar Doña
Perfecta, pasa a ser el escritor que desde la burguesía piensa y
trabaja contra ella. La peor parte de la sátira galdosiana se la
lleva “el quiero y no puedo” de las clases medias, que están
dominados por la pasión por el lujo y por el afán de aparentar y
figurar.
Ideológicamente,
se adscribió primero al liberalismo progresista; más tarde adoptó
posiciones más avanzadas y se proclamó republicano y vecino a los
socialistas. Su postura ideológica le valió el rechazo de los
sectores ultracatólicos y reaccionarios.
Fue propuesto para el Premio Nobel pero murió, ciego y arruinado, entre el clamor del
pueblo que dio vida a sus novelas.
Para entender
mejor su obra, he aquí su propia concepción de la novela:
Imagen de la
vida es la novela, y el arte de componerla estriba en reproducir los
caracteres humanos, las pasiones, las debilidades, lo grande y lo
pequeño, las almas y las fisonomías, todo lo espiritual y lo físico
que nos constituye y nos rodea, y el lenguaje que es la marca de la
raza, y las viviendas, que son el signo de la familia, y la
vestidura, que diseña los últimos trazos externos de la
personalidad: todo esto sin olvidar que debe existir perfecto fiel de
balanza entre la exactitud y la belleza de la reproducción.
Es
decir, el novelista debe intentar reconstruir toda una sociedad tanto
en los rasgos individuales de los seres que lo forman, elevados a la
categoría de tipos característicos, como en su comportamiento
colectivo. El punto de partida hay que buscarlo en lo “natural”,
en el vulgo, materia
prima y última de toda labor artística.
Galdós rechaza el
escapismo romántico, las historias inverosímiles y los héroes de
cartón piedra, para volver los ojos al gran observatorio que es
Madrid.
Se
concentra fundamentalmente en la burguesía madrileña. No se dedica
a plasmar los conflictos que trae consigo la incipiente
industrialización, sólo hay algunas alusiones esporádicas, lo
mismo que ocurre con los graves problemas del campesinado. Pero
incluye el retrato de numerosos tipos y ambientes del bajo pueblo que
a menudo se relacionan con la clase media, e incluso dedica alguna
vez su atención al inframundo de la miseria, como puede verse en
Misericordia y en fragmentos de otras novelas como La
desheredada,
Fortunata
y Jacinta,
Nazarín...
la aristocracia
decadente también tiene su puesto en la narrativa galdosiana.
Trayectoria novelística
- Los Episodios nacionales.
Conjunto de 46
relatos que reconstruyen la historia de España del siglo XIX desde
la batalla de Trafalgar (1805) hasta la Restauración borbónica
(1875), que se agrupan en cinco series. Galdós con esta obra crea
una nueva forma de novela histórica en la que la realidad y la
ficción, pero de forma que se ofrece una imagen verosímil de España
fruto de un riguroso trabajo de documentación.
- Novelas de la primera época.
Con
La
Fontana de Oro se
inicia la narrativa galdosiana con texto de tema histórico no
contemporáneo: pretende ofrecernos una crónica política del
trienio liberal (1820-1823). Se advierte el empeño de Galdós en
ofrecernos una lección útil para el presente de España. Otras
novelas de esta época son El
audaz,
La
sombra.
- Las novelas de la intolerancia religiosa.
Doña
Perfecta, Gloria y
La
familia de León Roch son,
en una forma u otra, denuncia del clericalismo y pintura de los males
que la intolerancia acarrea a la sociedad y al individuo. El falso
celo religioso se presenta como obstáculo para la felicidad y el
amor, como fuerza que destruye los sentimientos más puros.
De
esta época es también Marianela,
que cuenta la trágica historia de amor entre una joven y un muchacho
ciego. (la pongo aparte porque no se incluye dentro de las tres
novelas unificadas por el tema de la intolerancia religiosa)
- Novelas contemporáneas.
Con
la publicación en 1881 de La
desheredada,
da cabida al Naturalismo europeo del momento: se recrea en la
plasmación de un mundo sórdido que acaba envolviendo a Isidora
hasta arrojarla a la más absoluta degradación; el determinismo
ambiental pesa de forma considerable a lo largo de todo el relato.
Esta tendencia continuará en Tormento,
Miau y
Tristana.
Madrid
aparece casi siempre como personaje colectivo y los personajes son
producto de la mediocridad que los rodea. La cumbre de este periodo
lo alcanza con Fortunata
y Jacinta (1886),
que es la novela del Madrid total y que cuenta con más de 1500
personajes.
- Novelas de la última etapa: etapa espiritualista.
En
este grupo se encuentran novelas como Nazarín
o
Misericordia. En
ellas predomina el espiritualismo y la pobreza como modo de vida. Se
aprecia la influencia de los grandes escritores rusos como Tolstoi o
Dostoievski.
Uno
de los mayores logros de Galdós es que recrea en sus novelas el
lenguaje
popular,
la
lengua coloquial
y distingue
el habla de los personajes según su clase social.
Supo encontrar exactamente el tono que convenía a su universo
novelesco. Huye de la retórica y se inspira en “la fuente directa
del habla común”, tomando siempre lo más gráfico y expresivo del
lenguaje conversacional. Su naturalidad es el resultado de una
constante y apasionada observación del entorno: términos y giros
castizos, magníficas transcripciones de la lengua arrabalera...
A
media que avanza su vida, aumenta el diálogo en sus novelas. Utiliza
mucho el monólogo interior mediante la técnica del estilo indirecto
libre.
En cuanto a los
personajes, es el autor de esta generación que ha dibujado con mayor
amplitud e intensidad los diversos tipos de la fauna social que
componen el universo de la novela realista. Nadie nos ofrece tal gama
de individuos y con matizada psicología. Su obra narrativa es una
auténtica “comedia humana” enmarcada en la sociedad de la
restauración.
Al
final de su vida se dedicó sobre todo a escribir obras de teatro en
las que refleja cuatro temas fundamentales: la libertad, la voluntad,
la verdad y la caridad. Destacan, entre sus últimas obras, la novela
dialogada El
abuelo y
en su producción teatral Casandra
y Electra.
3.3. La novela
naturalista.
Emilia Pardo
Bazán (1851-1921)
Es la mejor
representante del naturalismo al modo hispánico. Gran viajera,
cultivó la crítica literaria, la narrativa, el cuento y el ensayo.
Obra: La tribuna es la historia de la pobreza gallega, pero su obra
más conocida y valorada ha sudo Los pazos de Ulloa, donde ensaya el
naturalismo pleno. Es la máxima interpretación del mundo rural
gallego. El determinismo impide que los personajes encuentren
soluciones a sus problemas.
Gran defensora de
la mujer, abogó por el amor libre. Su obra es testimonio de su
liberalismo progresista.
Blasco ibáñez
(1867-1928)
Es el último
novelista del naturalismo en España. Destaca su obra Cañas y barro
y Entre naranjos, en las que recrea la región valenciana mediante la
mezcla de costumbrismo y naturalismo.
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